12/1/15

El fin de semana al Nevado de Toluca






Salir en fin de la semana de la Ciudad de México puede ser la cosa más común del mundo, o bien puede convertirse en toda una travesía larga llena de las mejores experiencias.

El domingo pasado, después de muchas pospuestas, años de pasar por el mismo lugar y sorteando los enojos de la misma familia, una pareja de primos y yo nos dispusimos a subir al Nevado de Toluca, 

El encontrarse en un punto puede ser el peor o el mejor de los escenarios. En mi caso no fue el más acertado. Después de hora y media de lo acordado, de transbordar más de 3 veces en el metro para hacer tiempo y no tener que esperarlos tanto tiempo, por fin a las 8:20 de la mañana (y no 6:30 como originalmente se había dicho), nos dispusimos a partir hacia el lugar.

El viaje no fue largo. Durante toda la vida hemos hecho ese viaje, si no es que más largo, yendo al pueblo de mis abuelos que se encuentra más allá del nevado. Así que llegar a Raices (el pueblo a las faldas del volcán) no fue tedioso. Hicimos las mismas paradas que si fuéramos al pueblo.



Al llegar a raíces llegó el verdadero problema. 

Normalmente pasar el pueblo no lleva más de 3 minutos, y esto sólo por los topes que han puesto recientemente, pero ahora el pasar nos llevó más de una hora en la que avanzamos realmente pocos metros. Daban ganas de pararse, estacionar el carro y subir caminando, o regresarse, como muchos lo estaban haciendo.

Cuando por fin pudimos subir por la carretera que lleva al cráter del volcán, nos encontramos con una carretera completamente vacía pero después de unos 15 minutos de trayecto ya no dejaban pasar más. Era momento de comenzar a caminar. Caminar mucho ya que el el punto más alto donde dejan pasar los autos todavía estaba a más de media hora en auto. 

Pero caminar por una carretera que rodea completamente el volcán, zigzaguea, sube, baja y que principalmente está hecha para automóviles, no es una buena idea si lo que quieres es disfrutar realmente el viaje.

Subimos por una de las tantas veredas que la gente ha hecho a lo largo de los años donde los primeros 40 minutos parecíamos inmersos en una peregrinación. Niños, papás, gente mayor, papás y perros subían lento y con emoción. Muchos se quedaban al primer indicio de nieve. Otros más buscaban algo más solitario donde pudieran hacer su muñeco de nieve sin ser molestados, o jugar a aventar bolas de nieve sin el temor de pegarle a alguien más.


Pero nosotros íbamos con la idea de llegar a las lagunas que, en su momento, formaron parte del cráter del volcán. 



Comenzamos a subir por una zona poco empinada pero ya libre de gente, donde pocas pisadas estaban marcadas y donde la nieve cada vez iba siendo más blanca y dura. Nunca pensamos que ese, al parecer, era el camino más largo.

Atravesamos un pequeño cerro lleno de nieve en busca de un claro en el cual rodearíamos el volcán y sólo tendríamos que subir realmente poco para llegar a la laguna pero cuál fue nuestra sorpresa que al llegar a la cima del cerro nos encontramos con las verdaderas faldas del volcán y con una parte realmente empinada. Pero no era momento de rendirse. Ya llevábamos más de una hora de camino, regresar nos llevaría al menos media hora y buscar otro camino nos llevaría un poco más de tiempo, por lo que decidimos seguir subiendo por el lugar poco accesible.


El verdadero problema era la nieve. No es que tenga algo en contra de la nieve, es más quedé maravillado con ella. El problema era la consistencia de la nieve. Teníamos que caminar con la precaución de que en cualquier momento, o la nieve fuera lo suficientemente dura como para que atravesara tu pie y pudieras sostenerte, o que fuera lo suficientemente blanda como para quedar, al menos, medio cuerpo tapado por ella.

El viaje hacia la parte de arriba estuvo lleno de puntos en los que ya queríamos desistir pero a esa altura era más fácil y seguro seguir subiendo que bajar por una ladera completamente rocosa y cubierta de nieve.



Así que seguimos subiendo. Hubo puntos en los que avanzábamos 10 metros casa 20 minutos. Puntos en los que encontrábamos una roca donde descansar y planeábamos por qué parte era más sencillo pasar. Puntos para tomar fotografías, contar chistes, comer la muy poca comida que llevábamos o para realmente descansar y no hacer nada más.

Finalmente llegamos a una parte más concurrida. Una donde ya volvíamos a ver pisadas. Donde ya había un camino marcado y donde era más sencillo pasar. Es más, nos unimos a un grupo de aproximadamente 5 hombres que al parecer habían faltado a trabajar y se habían ido a pasar el día al nevado, sin chamarras apropiadas y con zapatos de vestir.

Después de 5 horas de subir por la nieve, por fin lo logramos.



Todo se olvida al momento de llegar a la punta del volcán y admirar las lagunas en todo su esplendor. Ver lo realmente inmensas y bellas que son. 

Tuvimos la suerte de ver el atardecer en la punta del volcán sólo para emprender la bajada ya que sin el equipo adecuado era realmente peligroso bajar en la oscuridad.

Así que bajamos. Al casi llegar a la carretera, a pesar de ya ser casi de noche, aún había familias jugando en la nieve y donde nosotros también aprovechamos par hacerlo.


Bajar fue otra de los problemas. El auto se encontraba a más de 30 minutos en carro, caminar hasta allá nos llevaría mucho tiempo.




Caminábamos lo más rápido posible, dejando sólo el tiempo necesario para descansa un poco para seguir con el paso rápido. Es increíble cómo la gente que trae camionetas enormes y sólo dos pasajeros no pueden llevar a una persona más sabiendo lo largo que es el camino.

A unos 20 minutos de caminar nos encontramos con un automóvil que se había atorado con una roca. Ayudamos a la personas que venían en él y al final nos bajaron por la carretera hasta donde estaba estacionado nuestro carro.

Después de 7 horas en el nevado, estábamos de nuevo en Raíces, con las fuerzas necesarias para comer y regresar a casa en lo que fue uno de los mejores viajes que van del año. Y el año apenas va comenzando.

 
 

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