29/4/17

Siempre me he sentido raro



Recientemente chocamos en el auto en el que íbamos y mi sobrina comenzó a llorar de preocupación por lo que pasaba. Muchos gritos, mucha gente, poco que entender y mucho de lo que preocuparse.

Pero lo que a mí me pasó después, fue realmente increíble para mí.

 Recordé cómo un día, como a los 6 o 7 años, regresando de alguna parte con mis padres, yo en la parte de atrás del carro, comencé a llorar sin sentido alguno y, al no tener sentido, lo busqué. Y eso fue lo que realmente me hizo que llorara aún más. No sé si es normal que a esa edad te comiences a preguntar del por qué de la vida, de la existencia y hacia donde vamos todos, pero en ese momento me lo pregunté y la respuesta fue lo que hizo que comenzara a llorar aún más fuerte. Me di cuenta que estamos en el mundo sin un sentido, que somos seres infinitamente mínimos, que así como estamos, un día cualquiera, pum, desaparecemos.
También fue el día que me planteé la idea de que todos podríamos ser producto de una imaginación, que vivimos dentro de un gran sueño de un ser más grande que nosotros y que, de un momento a otro, decide deshacerse de nuestra existencia por el simple hecho de que ya no quiere que vivamos en su imaginación.

No sé si eso le pase a todos a esa edad, pero a mí sí me pasó. Nunca lo platiqué con mis padres y algunas veces que platicaba mi teoría con mis amigos, me tachaban de raro. Creo aún en estos momentos me tacharían de raro. Ese día, me prometí no llorar de nuevo y es una promesa que cumplí hasta los bien entrados 16 años. Y llorar lo que se dice llorar, no lo logré. Sólo saqué una lagrima al ver el final de "Dancer in the dark". Marcó tanto para mí ese momento, que la considero una de mis películas favoritas.

Y llorar, lo que se dice llorar, ya entrados los 20. Pero bueno, eso es otra historia.

Aún sigo creyendo que existimos por un ser superior. Que estamos aquí por el producto de una imaginación o que, inclusive, si nos esforzamos demasiado, podemos colapsar el sistema imaginario en el que vivimos y desaparecer completamente. Sin pena ni gloria. Y, como eso es lo que no quiero, cuando comienzo a pensar demasiado, paro. No vaya a ser que sí se cumpla.

Sí. Soy un miedoso demasiado raro.